miércoles, 15 de octubre de 2014

GALDÓS E INGLATERRA

«Galdós vino a ser, como ya indicara Clarín, “un español a la inglesa”» 

Benito Pérez Galdós y Charles Dickens 

Galdós e Inglaterra 

Sabemos que Galdós aprendió de niño la lengua inglesa en el colegio de San Agustín, en Las Palmas. Y este simple aprendizaje, según un historiador de nuestra literatura, Don Ángel Valbuena Prat, fue decisivo y determinó el estilo literario del novelista, con su “forma premiosa y su vulgar habla”.
Disentimos. Nunca hemos visto un inglesismo en una página de Galdós, y, siguiendo al escritor español muerto en el exilio londinense, Esteban Salazar Chapela, creemos que hablar de “premiosidad” refiriéndose al escritor canario, resulta tan extraño como atribuírselo a Lope. Y en cuanto a la “vulgar habla”, nos preguntamos, ¿qué otra habla usaron  Dickens, Balzac y Dostoievski? Obras de tanto tonelaje como las de estos escritores no se han hecho nunca con el cortaplumas de Stevenson ni con el buril de Valle-Inclán.
Pero la realidad es que nuestro Galdós, aprendió de niño la lengua de Shakespeare, hecho que creemos no se percibe en su prosa, pero que le abrió muy pronto la ventana al gran panorama de la literatura, y sobre todo, de la novela inglesa. En ella encontró a su “maestro más amado”, Carlos Dickens, que murió en 1870, fecha en que Galdós publicaba su primera novela, La Fontana de Oro. O sea que Cervantes, Dickens y Balzac fueron la gran trilogía en la que el joven Galdós aprendió a convertirse en el mejor novelista español de los siglos XIX y XX, por no decir de todos los tiempos.
El hispanista Gerald Brenan, en una muy sugestiva historia de la literatura española, o del pueblo español, como él la llama, escribe literalmente: “Si el lector que no conoce español desea tener una idea general de lo que es una novela de Galdós imagine una de las mejores obras de Balzac, añádale el calor y el color y el sentido melodramático de Dickens y agregue el grave tono irónico de Cervantes”. Todo esto está muy bien para ingleses principiantes en nuestra literatura, pero la gran verdad es que todas las novelas de Galdós son muy particularmente suyas, muy españolas y muy de su tiempo.
Pero nos vemos obligados a abandonar tan apasionante tema cual es el de las influencias y las originalidades, y limitarnos a decir que Inglaterra, como nación, estuvo y sigue estando muy presente en la producción galdosiana. Además de su idioma, Galdós conocía muy bien Gran Bretaña, país que visitó con frecuencia. Londres era la ciudad europea (aparte de Madrid, naturalmente), que más gustaba al novelista.
Estas reflexiones vienen motivadas por la aparición, por primera vez en tomo separado, de la narración del viaje que Galdós hizo en 1889, a la casa natal de Shakesperare, en Stratford-on-Avon. Con el título de La casa de Shakespeare, vio la luz en 1906, en un tomo de miscelánea, Memoranda, y allí ha permanecido dormido hasta su actual recuperación. La impresión que le causó debió ser fuerte, pues recuerda ese viaje en sus desmemoriadas memorias. Se trata de unas deliciosas páginas descriptivas del suave paisaje inglés, y de la casa y el museo del autor de Hamlet. “Lo que más atrae mi atención es la carpeta que se dice fue usada por Shakespeare cuando recibió la primera enseñanza en Grammar School, las cartas de Quincey y los originales de los contratos que el poeta celebró con empresas teatrales…”.
Visita después su tumba, y transcribe las inscripciones, tanto en latín como en inglés:

                                       Detente, pasajero, ¿por qué vas tan aprisa?
                                       lee, si puedes, quién es aquel colocado por
                                                                                  (la envidiosa muerte
                                       dentro de este monumento: Shakespeare, con quien
                                       la vívida Naturaleza murió; cuyo nombre adorna esta tumba,
                                       mucho más que el mármol, pues cuando él escribió
                                       supo convertir el arte en mero paje, servidor de su genio:

                                                            OBIT ANNO 1616.- ETATIS 53, DIE 23 AP.

“Desde luego afirmo, escribe Galdós al principio de su viaje, que no hay en Europa sitio alguno de peregrinación que ofrezca mayor interés ni que despierte emociones tan hondas, contribuyendo a ello no sólo la majestad literaria del personaje a cuya memoria se rinde culto, sino también la belleza y poesía incomparable de la localidad”.
Sabemos que Galdós fue solo a visitar la casa y tumba de Shakespeare. Su gran amigo Pepe Alcalá Galiano, nieto del famoso liberal Alcalá Galiano, que también estuvo exiliado en Inglaterra huyendo del furor asesino de Fernando VII, sabemos que no le fue nada fácil llegar hasta tan entrañable rincón inglés.
Pero no solamente nos habla el novelista canario de este lugar de peregrinación. Visita igualmente emocionado el parlamento Inglés, la plaza de Whitehall, donde en un modesto palacio tuvo lugar uno de los acontecimientos más destacados de la historia inglesa: la ejecución del rey Carlos I, el 30 de enero de 1649. Fue víctima de su orgullo y de su desprecio del Parlamento inglés. “Este acontecimiento, escribe Galdós, punto culminante de la historia de Inglaterra, marca una ejemplaridad política que reaparece de tarde en tarde en la conciencia de otros pueblos europeos”. Y termina diciendo  que no quiere hacernos una disquisición prolija sobre el sistema inglés, “que es admirable y debiera ser ejemplo de todo el mundo”.
Momento también emocionante es cuando en la abadía de Westminster, en el llamado Rincón de los poetas, se encuentra con la tumba de su amado maestro Dickens, y en estas breves páginas nos deja una confesión literaria de enorme importancia y trascendencia. “Consideraba yo a Carlos Dickens, escribe, como mi maestro más amado. En mi aprendizaje literario, cuando aún no había salido yo de mi mocedad petulante, apenas devorada La comedia humana, de Balzac, me apliqué con loco afán a la copiosa obra de Dickens. Para un periódico de Madrid traduje el Pickwick, donosa sátira, inspirada, sin duda, en la lectura del Quijote. Dickens la escribió cuando aún era un jovenzuelo y con ella adquirió gran crédito y fama. Depositando la flor de mi adoración sobre esta gloriosa tumba me retiro del panteón de Westminster…” Fue una pena que no le diera tiempo a visitar el museo de Pintura. Serían muy curiosas sus impresiones.
Al comprobar los voluminosos libros donde firman los visitantes, le asombra la ausencia  de nombres españoles. “Creo que soy de los pocos, sino el único español, que ha visitado aquella Jerusalén literaria y no ocultaré que me siento orgulloso de haber rendido este homenaje al altísimo poeta…”.
En un momento determinado vuelve su vista a España, la gran obsesión de Galdós, y se lamenta. “Honor insigne para un país es guardar los restos de sus hombres eminentes. Nuestra incuria nos impide vanagloriarnos de esto. Aunque sabemos que los huesos de Cervantes yacen en las Trinitarias, y en Santiago los de Velázquez, no podemos separarlos de los demás vestigios humanos que contiene la fosa común”.
En fin, tanto en sus novelas como en sus colaboraciones periodísticas hay muestras de su conocimiento y de su pasión por las formas de la vida política inglesa. Bien es verdad que el viejo liberal español siempre ha mirado con simpatía a Francia y sobre todo a Inglaterra, y Galdós perteneció por su ideología, por su sentimentalidad  y por el sentido general de su obra a ese selecto grupo, y en ciertos aspectos vino a ser, como ya indicara Clarín hace muchos años, “un español a la inglesa”.

JOSÉ ESTEBAN
15 de octubre, 2014