lunes, 30 de junio de 2014

TRANSACCIÓN

«La CIA trazó pormenorizadamente lo que Juan Carlos I debía hacer las seis primeras semanas de su reinado» 

Felipe VI se sostiene sobre las ruedas de la CIA y del CNI 

Transacción 

El pueblo, decía Louis Blanc, despertó asustado con el ruido de pasiones que no eran las suyas.
François Mitterrand, en “El Golpe de Estado permanente”

Constituye, pensamos hace tiempo, denominación engañosa la tan manida de “Transición”, por más que dicho vocablo se haya solidificado y expandido, según convenía al interés de los francofascistas transmutados en demócratas como por arte de birlibirloque, que encima se las ingeniaron para continuar, muchos de ellos, subidos al burro de los cargos políticos y prebendas conexas con los mismos. Un servidor cree en otra denominación que cuadra mejor, la de “Transacción”, o sea, acción o función de transigir (los demócratas y antifranquistas), esto es, de ceder o claudicar no poco.
La operación transaccional tejida en los primeros años setenta contaba con un grado elevado de “visto bueno”, para no decir de mando, por parte de USA, concretamente de uno de sus más infames y derechistas Presidentes, Richard Nixon, que temía un estallido democrático-revolucionario en España a la muerte del césar marroquí ferrolano. (Nos referimos, como ustedes sabrán, al Presidente que allí  llamaban “Tricky Dicky”, Dicky el Tramposo, quien había dinamitado poco antes al noble Presidente Allende, en Chile). Uno de los agentes de tal operación era un engreído militar de los servicios secretos medio castrenses-medio civiles de Carrero Blanco, el coronel San Martín, etcétera, llamado Fernández-Monzón (al que ustedes quizá recordarán por cómo fue más tarde, ya general, expulsado del mando de la Policía Municipal madrileña). Monzón, que viajaba entre Washington y Madrid (lean a Alfredo Grimaldos, “La CIA en España”), negaba que el Rey fuese el motor de la Transición. “Ni Suárez ni él fueron motores de nada -–afirmaba--, sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico por la Secretaría de Estado y la CIA, plan que desembocó en la “Transición”. En el mismo se preveía una dura intervención del Ejército español en caso de que aquí se produjera un vacío de poder”.
También se preveía una operación, bajo auspicio de la CIA, diseñando pormenorizadamente lo que el Borbón debía hacer durante las seis primeras semanas de su reinado. Llamada “Operación Tránsito”, que dirigía en buena parte el General Armada, Secretario General de la Casa del entonces Príncipe, detallaba incluso que en los funerales de Franco el Rey debía ser efusivo con el Presidente de la República Alemana, pero frío con Pinochet. Ya Rey Juan Carlos, se confeccionó por los servicios secretos españoles un esmerado dossier, denominado archivo “Jano” (por lo de las dos caras del personaje mitológico), de la vida pública y privada de las principales personas del país, incluidos sus grandes trapicheos y corrupciones (a Girón, por ejemplo, parece que se le neutralizó recordándole sus tejemanejes en el Palacio de Congresos de Torremolinos).
En “Jano” se prestaba particular atención a los miembros de las últimas Cortes franquistas, haciéndoles conscientes de ello. De este modo, la Ley para la Reforma Política (Ley 1/1977) que debían votar dichos “procuradores en Cortes” el 18-11-76 haciéndose el harakiri, liquidando las “Leyes Fundamentales” del franquismo, salió adelante por enorme mayoría. A cambio de este “servicio”, dichas Señorías franquistas tendrían buen acomodo en el nuevo sistema posfranquista, y a nadie se pedirían responsabilidades. Y los demócratas teníamos que tragarnos todo esto, o no habría Democracia. Voilà la “Transacción”.
     Una añadidura o apéndice: los militares (Tenientes Generales) miembros de dichas Cortes fascistas votaron “no”, a saber: Barroso Sánchez-Guerra y Castañón de Mena, ex Ministros del Ejército; Lacalle Larraga, ex Ministro del Aire; Galera Paniagua; Iniesta Cano; Pérez-Viñeta. Ellos (varios, falangistas) no querían una Transacción, sino un franquismo sin Franco bajo control del Ejército. Por cierto que también votó “no” algún obispo fascista, como Guerra Campos. Blas Piñar, ídem, claro.

II

De todos estos polvos “transaccionales”, con absoluta impunidad del franquismo y numerosos franquistas detentando enorme poder desde la muerte de Franco hasta hoy, vienen no pocos de los actuales lodos. Éstos, con algunos aspectos especialmente preocupantes, como el pacto, concierto o componenda entre los dos partidos más numerosos, PP y PSOE, que en algunas dimensiones semejan un “Régimen”, turnándose a lo Cánovas y Sagasta. Este país nuestro sigue, en algunos aspectos, castrado, pendiente de “rescatar siglos”. Francia ha tenido cuatro “revoluciones burguesas” en 1.789, 1.830, 1.848, 1.870. Nosotros, sólo un dignísimo intento de una, la II República, que fue fusilada por el fascismo (incluidos Hitler y Mussolini entre los fusiladores).
El “sistema”, en suma, sigue siendo muy poderoso, incluyendo entre sus armas o instrumentos unas normas electorales que atentan contra la Democracia, que huelen demasiado a “partitocracia”. Igual que el supuesto Estado de Derecho hiede a Estado de Desigualdad, con inmensa burla de Artículos como el 35 de la Constitución (“derecho al trabajo y a una remuneración suficiente para el trabajador y su familia”) o el 47 de la misma (“derecho a una vivienda digna y adecuada”). Además, prácticamente todos los medios de comunicación (televisión, radio, prensa) son directamente propiedad de los grandes grupos económicos o les obedecen como párvulos. Para lo cual cuentan esos poderosos grupos con la obediencia de gran parte de la “clase política” que gobierna y fabrica las leyes. En cuanto a la jerarquía de la Santa Iglesia, parece tener un pacto de acero con la derechona, no oímos a los obispos clamar por que el pueblo de Dios deje de padecer hambre y sed de justicia… y de comida, trabajo, vivienda; ellos ya se llevan buenos millones de euros salidos de nuestros impuestos.
La Economía es, por supuesto, básicamente “financiera”, no está al servicio de la gente, sino del gran capital, de los bancos y sus negocios. Mas ¿de dónde se podría quitar dinero para atender a los más desfavorecidos? ¿Quizá de los enormes gastos militares, ya que no parece verosímil tener ninguna guerra? ¡Ah, no, eso no se toca! No nos dejaría “el gran padre blanco” de Washington. Además, las industrias de armamento ocupan uno de los grandes renglones de la dichosa gran Economía y de los omnipotentes mercados. Y no importa que haya corrupción aquí y allá, o escándalos como el de los ejecutivos de Caixa Penedès. El poder económico es el “poder real”, como dice Saramago. Que añade: “Es hora de aullar contra los poderes que nos gobiernan; si no, es que nos merecemos lo que tenemos”.

III

Parece obvio que los inmensos poderes económicos (el Fondo Monetario Internacional, FMI; la omnipotente Banca; las opulentas grandes empresas) y sus grandes vasallos, los poderes políticos, han dicho “basta” al reyezuelo desprestigiadísimo por sus escándalos, elefantes, Corinnas, por los urdangarines, por sus enriquecimientos y por tantas cosas más. Juan Carlos ya no puede garantizarles como hasta ahora una buena ayuda en su pillaje sobre el sufrido pueblo supuestamente soberano. Debe caer, deciden.
     La campana ha acabado de sonar con el resultado de las Elecciones del 25 de mayo, el citado hundimiento del bipartidismo celtíbero colaborador con dicho dúo de grandes poderes (iba a decir de amos del poder y la gloria, mal plagiando aquel título de Graham Greene), que han dicho “hasta aquí”. Obediente, el “régimen” de apareamiento PP-PSOE (lo que no quiere decir que ambos sean mellizos o equivalentes) ha dejado o hecho caer al monarca.
     Cabe recordar que Juan Carlos era un Rey ilegítimo, por más que fuese “legal” (“leyes”, haber haylas hasta en las más canallas dictaduras). Queremos decir que era un rey por “dedazo” del carnicero dictador Franco, para acceder a cuya corona hubo de traicionar y vender a su propio padre, quien encarnaba la “legitimidad monárquica” y que no aceptó este dedazo del “caudillo” fascista socio de Mussolini y Hitler. No lo aceptó ni cuando Franco designó a Juan Carlos para sucederle, en el verano de 1.969, ni cuando el mismo accedió a la corona, fallecido el dictador.
A los Borbones ya los ha echado el pueblo español varias veces (Isabel II y Alfonso XIII), sin contar que Carlos IV se echó a sí mismo al abdicar en Napoleón. Cuando estaban definitivamente liquidados del trono de España (desde 1.931), el dedazo de un dictador sangriento, que se hizo “Jefe del Estado” apoyándose en el fascismo italiano y alemán, gracias a los cuales dinamitó a la II República, puso otra vez en el trono ¡por cuarta vez! a un Borbón, Juan Carlos, que se ciscó en los “derechos” dinásticos de su padre. Quel pays!, solía decir de nosotros, cariñosamente, un buen amigo francés.

IV

Intentan vendernos la cabra --para que traguemos a un nuevo Borbón, Felipe-- de que a Juan Carlos y sus sucesores los admitimos los españoles al aprobar en referéndum la Constitución de 1.978 (Art. 57) el 6 de diciembre de dicho año. No, miren ustedes: una Constitución tiene dos caras o pieles, una jurídica y otra política. Y la cara o dimensión política nos dice que muchos españoles votaron dicha Constitución porque, como hemos apuntado, si no la votaban,  había que continuar con las “Leyes Fundamentales” de la dictadura militar-fascista. En suma, al pueblo no se le ha permitido legítimamente expresarse. Sino que admitió la Constitución bajo coacción. Repetimos: ilegítimamente.
Por ello, el “Príncipe Felipe” no tiene derecho a ser Rey de los españoles sin pasar por un referéndum monarquía-República. Porque, en consecuencia de lo hasta aquí dicho, el Régimen legítimo sigue siendo la República en tanto no haya un referéndum República-monarquía sin las coacciones y compulsión inherentes al referéndum del 6-12-78. Y porque, si rizamos el rizo, incluso la Constitución de 1.978 establece, en su Art. 92, la vía del posible Referéndum de todos los ciudadanos para “las decisiones políticas de especial trascendencia”. ¿Y ésta acaso no lo es?

José Luis Pitarch
Presidente federal de Unidad Cívica por la República

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